“Cuando se juntan nuestros sueños, con los sueños de otros, hay que buscar otros sueños para que se hagan realidad”. J. Mario Aristizábal, expresidente de Conconcreto y presidente del Consejo Directivo del MAMM. Tomado del discurso de inauguración de la segunda etapa del MAMM, 2 de septiembre de 2015
EL EDIFICIO DEL MUSEO DE ARTE MODERNO DE MEDELLÍN (MAMM) GOZA DE UN PRIVILEGIO QUE DISFRUTAN POCOS Y ES QUE BASTÓ CON ABRIR SUS PUERTAS AL PÚBLICO PARA CONVERTIRSE DE FORMA INMEDIATA EN UN ÍCONO DE LA CIUDAD. Este no es un hecho común, para ser referente no basta con tener una hermosa edificación o ser una construcción de un valor económico importante, debe ante todo recibir la aprobación de su comunidad, son los ciudadanos quienes presentarán con orgullo una sede y la institución que la habita. Así le sucedió al MAMM en Ciudad Del Río, un espacio que tomó vida en el edificio Talleres Robledo que, sin ser catalogado como patrimonial, se convirtió en un homenaje a la memoria de más de un siglo de historia de una ciudad donde la vocación industrial fue motor de su desarrollo, el museo recibió el aplauso de los ciudadanos y estos se lo apropiaron de inmediato.
Como toda gran obra, el proyecto no estuvo exento de dificultades, negativas y tropiezos; por fortuna, esta historia tiene un final feliz y es así como en la actualidad, más que un edificio, se goza de un “barrio vertical”, como lo describen los arquitectos que concibieron su última etapa.
El MAMM en Ciudad Del Río es un museo del que cualquier ciudad en el mundo estaría orgullosa. Distribuido en cinco niveles y dotado de espacios para la exhibición de colecciones de arte, oficinas, tiendas, café, teatro, bodegas y laboratorios. Se compone de once “cajas” de diferentes tamaños y alturas que producen volumen y dan la sensación de un edificio giratorio. Además, estos 7.220 metros cuadrados cuentan con la gran virtud de tener espacios cerrados para conservar la intimidad que requieren las colecciones artísticas, sin perder las bondades de las áreas abiertas que se conectan con lo público.
Disfrutar de un espacio público donde el arte y la cultura toman vida y se incorporan a la dinámica de la ciudad es uno de los sueños que desde Ciudad Del Río se hicieron realidad para Medellín, pero esta se trata de una larga historia que como proyecto arquitectónico tiene su génesis en 1938, cuando nació la Empresa Siderúrgica S.A., que se especializó en producir hierro y acero para el mercado colombiano. En 1944, Simesa adquirió a la empresa metalmecánica más importante de la ciudad: Talleres Robledo, que justamente llevaba este nombre porque operaba en el sector de Robledo; más adelante, Talleres Robledo fue trasladada a la zona de la avenida de los Industriales y quedó como vecina de la gran siderúrgica prestando los servicios de producción de maquinado, también fue taller de fundición y en la última etapa de la siderúrgica esta instalación fue utilizada como bodega. No hay que olvidar que en Talleres Robledo se fabricaron cosas maravillosas, entre ellas las ruedas del ferrocarril de Antioquia.
Simesa no solo fue la primera siderúrgica de Colombia, sino que alcanzó un importante desarrollo industrial generando empleo hasta para 1.300 trabajadores.
En la década de 1990 Colombia vivió el proceso de apertura económica para integrarse al mercado global, este y otros factores, como que ya para el año 2000 Medellín había crecido y la avenida de los Industriales –antes retirada del centro de la ciudad empezaba a reñir con la cotidianidad de la vida urbana, hicieron que los directivos de Simesa tomaran la determinación de vender los activos vinculados a la actividad siderúrgica al Grupo Siderúrgico Diaco en el 2001. José Luis Arango Cañas, quien estuvo vinculado a la siderúrgica desde 1975 y en calidad de presidente de Simesa para esa época, fue testigo del último aliento de una siderúrgica que apagó sus hornos definitivamente en el año 2003 en el llamado lote de Las Playas, confiesa:
“La verdad, yo fui uno de los que más luchó para que se conservara la industria en la zona, había una gran responsabilidad con muchos trabajadores y yo sentía un gran afecto por lo que se producía en Simesa, pero ahora que veo la transformación lograda por Ciudad Del Río, pienso todo lo contrario y es que nos demoramos mucho en haber trasladado esa actividad, para que la ciudad recibiera este gran beneficio de transformación”.
De Talleres Robledo añade:
“Para nosotros los que trabajamos en Simesa, ese lugar tiene un gran valor sentimental, es como un mojón de donde se inició la Siderúrgica”.
Un año más tarde, en el 2004, se inició el estudio y la formulación de un plan parcial para el predio integrado por su terreno, se necesitarían casi tres años para que el Plan Parcial Gran Manzana Simesa se firmara por decreto; sin embargo existe un antecedente interesante, y es que los empresarios de la época ya se habían cuestionado sobre el futuro de este importante terreno ocupado por empresas como Simesa, Holasa, Cartón de Colombia, Argos, Umco y Erecos, entre otras. Alberto León Mejía, presidente de Simesa durante doce años y miembro de la junta directiva de la siderúrgica durante cuatro años, recuerda:
“Desde el año 1986 ya los directivos proponíamos hacer un pacto de caballeros para que este enorme terreno que ocupaban todas nuestras empresas y que por su extensión casi que podría albergar a otra ciudad como Medellín, tuviera un desarrollo urbano significativo y no se vendiera en pedazos”.
Si bien esos primeros intentos no fructificaron, sí dejaron una huella y fue lo que finalmente sucedió durante la redacción del plan parcial donde todos los industriales del sector tuvieron que sentarse a la misma mesa y acordar unos principios rectores.
Un plan parcial trae consigo obligaciones urbanísticas, es decir, los dueños deben ceder parte de sus terrenos y realizar dotaciones públicas, entonces se pusieron los ojos sobre Talleres Robledo, aunque esa edificación que en el siglo pasado tuvo gran protagonismo durante la etapa productiva de la siderúrgica, se veía en la década de los 2000 como un edificio desgastado y para algunos sin mayor valor arquitectónico. Federico Restrepo Posada, director del Departamento Administrativo de Planeación del Municipio de Medellín, durante la concertación del Plan Parcial Gran Manzana Simesa expresa:
“Hubo una discusión sobre Talleres Robledo, porque era el bien más preciado para algunos, particularmente para nosotros, quienes lo considerábamos como una memoria histórica de la ciudad, era como decir, aquí estuvo asentada la gran industria de esta ciudad, convirtamos este edificio de fundición en un espacio para el disfrute de los ciudadanos”.
Sin embargo, no existía consenso ni en la conservación del edificio ni en su futuro uso.
Durante la fase de planeación de cuál sería el futuro equipamiento urbano obligatorio para el sector, se presentaron diferentes ideas, desde un estadio de fútbol hasta un almacén de grandes superficies; sin embargo, el deseo de Valores Simesa era apostarle a un proyecto cultural. Con la necesidad de tomar la decisión más acertada, se invitó a los inmobiliarios para que compartieran sus opiniones, con tan buena fortuna para la ciudad que asistió J. Mario Aristizábal, que además de presidente de Conconcreto era vicepresidente del Consejo Directivo del MAMM. En palabras de Aristizábal la reunión transcurrió así:
“La historia es muy bonita porque Carlos Guillermo Posada, gerente general de Valores Simesa, nos preguntó a un grupo de empresarios qué uso cultural podría tener Talleres Robledo y el doctor Tulio Gómez y yo levantamos la mano diciendo: museo”.
La nueva sede para el MAMM se hace entonces realidad, tal como lo recuerda Carlos Guillermo Posada, gerente general de Valores Simesa:
“El alcalde Sergio Fajardo acogió esa idea de muy buen agrado y muy rápidamente hizo público que el MAMM tendría una nueva sede en Ciudad Del Río, este fue el comienzo de una realidad difícil porque Talleres Robledo era un edificio que estaba en condiciones muy precarias”.
El primer paso fue la invitación que realizó Valores Simesa a importantes empresas de arquitectura para que plantearan un diseño que permitiera recuperar a Talleres Robledo y rehabilitarlo para que se transformara en un museo. Fue seleccionado el Grupo Utopía, constituido desde 1979 por tres arquitectos: Patricia Gómez, Jorge Mario Gómez y Fabio Antonio Ramírez, quien afirma:
“El reto era grande porque Talleres Robledo estaba muy deteriorado, era un edificio con el desgaste propio de un uso industrial, su techo tenía una madera muy vieja y acabada, láminas de zinc con agujeros, las columnas estaban gastadas y faltaba ladrillo, en fin, el edificio no era ni sombra de lo que hoy vemos”.
El arquitecto y curador Alberto Sierra, que además tiene con el MAMM una cercanía especial puesto que no solo fue uno de sus fundadores, sino que ha sido su curador, habla con emoción de Talleres Robledo:
“Nos tocó algo que podíamos celebrar, y es que el museo habitaría una arquitectura de los años treinta diseñada por Nel Rodríguez, nos tocó un espacio que es una sombra, era un sitio de cobijo para el trabajo, algo muy elemental, si se quiere muy pobre, pero justamente por ello tiene ese encanto que nos muestra la evolución de la ciudad”.
Realizar un diseño arquitectónico partiendo de cero hubiera sido más fácil y económico, pero conservar este edificio, aunque fuera sencillo, utilitario e industrial sería un buen presagio. Talleres Robledo tenía proporciones y líneas románicas, estructuras de cubierta a la vista y estaba caracterizado por la utilización de ladrillo y madera como materiales principales.
El Grupo Utopía empezó lentamente a revisar los espacios y a clasificar los materiales con que contaba, trabajó con la paciencia de un orfebre y como si se tratara de darle lustre a una pieza antigua, se fueron limpiando sus capas oxidadas hasta que salieron a la luz los detalles que harían del lugar un espacio con la belleza de una joya que había permanecido oculta.
El diseño de esta primera etapa del MAMM conservó de la antigua edificación su nave central, a la que le dio todo el protagonismo, por eso, el Grupo Utopía planificó el ingreso por uno de los costados para que la llegada a este gran salón fuera un elemento sorpresa. De la nave central se respetó la estructura original de pórticos y su amplitud, gesto que hoy permite exhibir piezas de arte de hasta 13 metros de altura. Un museo requiere áreas de temperatura controladas, la solución fue crear unos grandes cajones cerrados que funcionaran independientemente de la estructura del edificio, y en ellos reservar las áreas para el funcionamiento de la zona administrativa y de la bodega para las obras artísticas.
Aunque se diseñaron muchas fachadas, la conclusión fue aceptar que la del edificio original de Talleres Robledo tenía personalidad y por eso debía conservarse incluyendo su aviso. Dentro de su diseño hubo otro gran acierto, en vez de reforzar la estructura por el techo y perder la liviandad del edificio, se decidió engordar las columnas para que tuvieran una capacidad de soporte mayor, así estas adquirieron categoría y una proporción casi egipcia que las sacó del contexto inicial de edificio básico industrial. En la actualidad las columnas se ven como elementos de mucha fuerza y le dan al espacio mayor interés. Para la nueva edificación se renunció al ladrillo y se introdujo el concreto como un material más protagónico, también se utilizó mucha de la madera existente del techo que se protegió con teja acústica.
Después de un año de trabajo, Talleres Robledo se convirtió en el año 2009 en la sede de un museo de arte que durante tres décadas había permanecido en el barrio Carlos E. Restrepo. El MAMM se despidió del lugar donde tomó vida y fue referente de eventos emblemáticos como el Primer Coloquio y Muestra de Arte No Objetual en 1981, y los Salones de Arte Arturo y Rebeca Rabinovich entre 1981 y 2003. Juliana Restrepo, su directora en aquel entonces, narra:
“El traslado fue difícil, pero emocionante, obviamente durante treinta años habíamos conquistado un público ubicado en Carlos E. Restrepo, entonces moverlo de zona significaba hacer un trabajo de comunicación muy grande. La historia se repitió, recordemos que cuando nació el MAMM tuvo que colonizar a Carlos E. Restrepo y cuando llegó a Ciudad Del Río también se estaban asentando los primeros vecinos y tuvimos que volver a colonizar”.
Y añadió sobre su acogida:
“Pasamos de ser un museo de nicho a convertirnos en un referente de ciudad, desarrollamos el concepto de que un museo no solo es un lugar para disfrutar de obras en una actitud contemplativa, sino que es un punto de encuentro para otras expresiones culturales como música, danza y poesía. El reto era convocar mucho público porque no olvidemos que esta era una zona muy sola y si no la llenábamos de vida, se podía convertir en un espacio para los delincuentes”.
Hoy, en calidad de visitante, concluye:
“Creo que la nueva etapa es una belleza, al igual que su aviso de Talleres Robledo, no deberían quitarlo nunca porque contrasta muy lindo con el nuevo edificio que es contemporáneo”.
Cuando el MAMM llegó a su nueva sede en Talleres Robledo, tenía que comenzar de inmediato otra etapa de ampliación que ya había sido pronosticada. Quince prestigiosas oficinas internacionales fueron invitadas a asociarse con colegas arquitectos locales para presentar sus propuestas en una convocatoria internacional que buscaba seleccionar un diseño que les permitiera a los ciudadanos disfrutar de un museo de categoría mundial. En diciembre de 2009, el jurado presidido por el arquitecto español Federico Soriano y el voto del público que acudió a ver la exposición de las propuestas, dieron como ganador al equipo formado por 51-1 arquitectos, de Perú y Control G, de Colombia.
Los arquitectos César Becerra, Manuel de Rivero y Fernando Puente Arnao, ganadores por la oficina peruana 51-1, resumen así el concepto de su diseño:
“En lugar de hacer un edificio, se hizo un barrio vertical. De esta forma, así como en los barrios informales de casas apiladas en las laderas, el techo de uno es la terraza del vecino de arriba; en la expansión MAMM se apilan los programas requeridos, formando una cascada de terrazas públicas conectadas por escaleras. Un Piranesi paisa. Por dentro, un recorrido de espacios para el arte. Por fuera, una extensión vertical del parque lineal Ciudad Del Río hasta el último nivel: cada una de estas terrazas puede ser concebida como una pequeña plaza para ser “tomada” por la gente. Igualmente, estas terrazas pueden verse como reservas espaciales para el crecimiento futuro de los espacios del museo”.
Y esta inspiración no fue gratuita, Viviana Peña, arquitecta de la oficina Control G, de Medellín, y quien junto con Catalina Patiño fueron las ganadoras de la alianza con los peruanos, recorrieron con los arquitectos los barrios de la ciudad y reinventaron para el MAMM ese paisaje de la vivienda urbana popular que se había vuelto cotidiano:
“Este es un diseño de cajas apiladas, cada caja tiene un programa muy cuidado técnicamente porque es un edificio para guardar colecciones de arte, por eso desarrollamos de forma muy cuidadosa no solo las cajas, sino también los espacios que están entre ellas y creo que esto es lo que le da la vida pública al museo”.
El reto arquitectónico era muy grande porque había que sumar nuevas salas sobre un espacio que ya había sido intervenido y renovado de una manera muy interesante por el Grupo Utopía. Además del concepto de las cajas, la alianza de los arquitectos de 51-1, de Perú y Control G, de Colombia, tomaron otras decisiones acertadas, una de ellas fue conservar la propuesta del material de concreto como protagonista y seguirlo utilizando para complementar, mezclando calados que crearon nuevas perspectivas y separaciones. Así mismo, decidieron respetar la nave central de Talleres Robledo como la más importante para el edificio, por eso ninguna de las nuevas salas tuvo su dimensión, en resumen, en palabras de Viviana Peña:
“La conexión más importante siguió siendo el primer piso, donde a través de un mismo espacio se conectaron las dos sedes y se logró el efecto final de no tener dos edificios aislados, sino uno, a pesar de haber sido construido en tres momentos históricos diferentes”.
La nueva etapa del Museo de Arte Moderno de Medellín beneficia al sector de Ciudad Del Río, pero también es un regalo para la ciudad y muy especialmente constituye un logro para la conservación y exhibición de colecciones invaluables, entre ellas la de la maestra Débora Arango que pertenece al museo desde el año 1986 y que por problemas de espacio físico no podía exhibirse de forma permanente. Así lo expresa María Mercedes González, directora del MAMM:
“La idea con la expansión del museo y las salas del cuarto piso es acercar las colecciones al público de manera permanente, cuando digo permanente quiero decir que cada año podremos rotar diferentes colecciones. El universo de posibilidades es muy grande porque el museo tiene hoy bajo su custodia más de 2.500 piezas de arte”.
El 2 de septiembre de 2015, en el discurso de inauguración de la nueva etapa del museo, se juntaron los sueños del MAMM con los sueños de Valores Simesa que le apostó a un proyecto cultural, y buscaron a la Alcaldía de Medellín para que sus sueños se hicieran realidad. La ampliación era un proyecto ambicioso que requería una inversión de $24.000 millones, de los cuales el 50% lo aportó la Alcaldía y el 50% restante se gestionó con apoyos privados. La conclusión de J. Mario Aristizábal es:
“Definitivamente las alianzas público-privadas son una herramienta muy importante para sacar adelante los proyectos. Y este se dio gracias al apoyo de Sergio Fajardo, Alonso Salazar y Aníbal Gaviria. Los dos primeros participaron en la primera etapa, y el doctor Aníbal en la segunda, concretando así ese magnífico proyecto que le estamos regalando a la ciudad”.
Con este edificio es innegable que el MAMM ganó reconocimiento en el circuito internacional de museos. También existe consenso en la calidad de su diseño arquitectónico que mezcla la imponencia de su volumen con la sencillez de sus líneas. El MAMM es también uno de los pocos ejemplos que se podrá mostrar con orgullo como evidencia de un trozo de la historia de Medellín donde floreció una de las etapas de mayor pujanza industrial en Colombia. En palabras de Alberto Sierra:
“El museo le está dando prestigio al sector, recordemos que es uno de los últimos polos de desarrollo de la ciudad dentro de la ciudad y que esto que era solamente industrial está cogiendo un carácter muy vivencial donde ese complemento, diríamos espiritual y social, lo está aportando el museo”.
En esta misma línea, el desafío, como lo dice el arquitecto y urbanista Luis Fernando Arbeláez, es:
“Un museo no hace historia solo, por eso serán muy importantes las complementariedades, la arquitectura que se haga en el sector tendrá que atender el clamor del museo”. Esto significa que el crecimiento de Ciudad Del Río debe seguir en la línea de sus desarrollos habitacionales, sin desconocer la importancia de los pequeños establecimientos, bibliotecas, librerías, almacenes de tecnología, galerías de arte, cafés..., como ocurre en cualquier ciudad del mundo un barrio está vivo mientras la gente disfrute recorriendo sus calles.
El MAMM es hoy una entidad que le presta un servicio muy grande no solo a Medellín, sino a la escena artística nacional. Para mí el aviso de Talleres Robledo será siempre la puerta de entrada al edificio.
Juliana Restrepo.El reto era grande porque cuando abrieron el edificio de Talleres Robledo para que lo viéramos por primera vez, nos encontramos con un edificio muy deteriorado, no era ni sombra de lo que hoy tenemos.
Fabio Ramírez.La cultura y el arte son indispensables para una ciudad que evoluciona.
J. Mario Aristizábal.El MAMM goza hoy de un magnífico diseño, es un diseño de vanguardia.
Luis Fernando Arbeláez.En el MAMM nos tocó algo que podíamos celebrar y es que Talleres Robledo es una arquitectura de los años veinte o treinta, hecha por Nel Rodríguez, nos tocó un espacio que era un sitio de cobijo para el trabajo.
Alberto Sierra.Conservar Talleres Robledo fue una decisión muy acertada, es muy común encontrar en otras ciudades del mundo este tipo de fachadas industriales que se convierten en infraestructuras para otro tipo de usos.
María Mercedes González.El patrimonio no es un elemento embalsamado que se queda congelado en el tiempo, sino que puede tener una recualificación y renovar su uso.
Juan Esteban Arteaga.Es un edificio público que expone las obras que guarda, pero que también ofrece espacios públicos en altura generando más vida pública en el interior del edificio.
Viviana Peña.Esa edificación era como un ícono, era como decir, mire aquí estuvo asentada la gran industria de esta ciudad.
Federico Restrepo Posada.Talleres Robledo es uno de esos íconos de una ciudad que tuvo la fortuna de haber tenido una siderúrgica casi en el centro.
Alberto León Mejía.